El aspecto de la época, el ambiente de los acontecimientos, son también condiciones indispensables de la construcción de la historia y los objetos cotidianos son en definitiva el último eslabón de su interpretación, una parte a la que la historiografía más académica renuncia con frecuencia. Además de tratar algunos aspectos de la relaciones estéticas del anarquismo, el intento imposible de devolver a estos objetos su función, contextualizándolos dentro de los acontecimientos de una revolución colectiva en marcha, sería una de las inmodestas finalidades de este libro. A través de un riguroso rastreo, acompañado de 65 grandes imágenes a color y 65 en blanco y negro, que desvela conexiones imprevisibles y arroja certeras conclusiones, DSD rinde homenaje a la producción social y colectiva del arte –y el desarrollo de los oficios– como una herramienta al servicio de aquella revolución sin parangón que avivó la frase de Carl Einstein: «Las masas son el artista».