Lejos de ofrecemos una historia positivista convencional, Fernando Álvarez-Uría nos muestra en esta obra -Miserables y locos- que la historia de la psiquiatría del XIX no es una excepción a una ley general: en los márgenes de las teorías científicas está siempre la "verdad" de su utilización social. Hacer historia no es sólo tejer la crónica de las transformaciones del desarrollo de la razón científica sino analizar las sombras, los márgenes, incluso los significativos silencios que dan sentido social -de clase- al cuerpo científico. Así el autor comprueba cómo la institución del manicomio, paralela a la de la cárcel, ha sido el laboratorio que ha servido para generar dispositivos capaces de doblegar la peligrosidad social de la locura, pero también de neutralizar la capacidad de movilización social. Es decir, que la psiquiatría ha servido más como el instrumento para la imposición de un orden social y no tanto como el medio de curación que ha pretendido ser, lo cual certifica la centenaria alianza entre la medicina y el orden público. Aplicando al caso español el método genealógico que le sirviera a Castel para desarrollar su obra sobre la psiquiatría y la locura en Francia y los Estados Unidos, y que entronca a su vez con el movimiento de renovación que abrieran Foucault y Canguilhem, el libro avanza a través de una extraordinaria riqueza de materiales empíricos que tienen la ventaja, además, de desenterrar enormes fragmentos de nuestra historia reciente apenas conocidos. Ello le permite ofrecer un estudio de enorme interés para la sociología de las enfermedades mentales, terreno quizá poco explorado hasta hoy. La actual edición, corregida y aumentada respecto a la de 1983 cuenta, junto con el prólogo original de Robert Castel, con un epílogo de Guillermo Rendueles sobre la paradójica recepción del libro por parte de la psiquiatría crítica.