Existe mucha literatura en primera persona sobre los problemas de salud mental. Algunas obras son más pudorosas, otras más explícitas y muchas recurren a notas (dibujos, garabatos, palabras) tomadas durante las crisis. Pero ninguna hace lo que Kate Millett: exponer su sufrimiento psíquico al mismo tiempo que sus dudas sobre el origen del mismo, sus idas y venidas entre la aceptación y el cuestionamiento del diagnóstico.
En Viaje al manicomio (publicado originalmente en 1990 y por primera vez en España este año por Seix Barral) Millett se muestra irredenta, pero no ilusa ni negacionista. Hay duda, cuestionamiento, exploración. Pero ni un ápice de relato de conversión. “Escribí Viaje al manicomio“, explica en el epílogo, “(…) con la esperanza de renunciar a ese dilema entre locura y no locura”. Y también hay mucha poesía.
En ningún momento cuestiona la realidad del sufrimiento psíquico ni cae en tautologías conspiranoicas, como que son los propios psicofármacos los causantes del malestar y su cronificación. De hecho, el libro va mucho más allá de la experiencia de sus ingresos involuntarios en instituciones psiquiátricas, de su descubrimiento de las posturas antipsiquiátricas y del movimiento de derechos civiles en salud mental.
Viaje al manicomio es el relato de la vida de una mujer valiente con una vida y una mente poco comunes. Una mujer que en 1970 se convirtió en icono del movimiento feminista y puso la palabra patriarcado, por primera vez, en el centro del debate mediático estadounidense. Que ese mismo año fue portada de la revista Times en un reportaje donde afirmaba su bisexualidad, en un momento donde las consecuencias de declararse como tal eran muy duras, también en el interior del propio movimiento feminista.
Viaje al manicomio es muchísimo más que el relato de un viaje al manicomio. Es el relato de una mujer de 56 años que se sigue explicando, conociendo. En el libro está muy presente el peso de haberse convertido en una de las primeras feministas pop, sus intentos de mantener relaciones poliamorosas con los amores de su vida (Fumio, Sita, Sophie), su preocupación constante por su sustento económico, la relación con su padre ausente, con sus tradicionales madre y hermana, con la creación artística, con el activismo por los derechos civiles.